Eslabones Que Determinaron El Cambio Político en Venezuela (1933-1998)


Por: VA Mario Iván Carratú Molina

En varias oportunidades he conversado públicamente sobre eventos trascendentales en la historia contemporánea de Venezuela, como lo son: la Crisis de la Corbeta Caldas (1987), la Noche de los Tanques (1988), el Caracazo (1989) y el Cuartelazo de Chávez (f) (1992). Atendiendo a la petición de un buen amigo, comparto con ustedes mi opinión sobre algunos comentarios hechos por el Cnel. (Ej) Antonio Guevara, en su artículo: “La Corbeta Colombiana que Cambió a los Venezolanos.”

No considero que la crisis de la corbeta Caldas haya cambiado a los venezolanos. También difiero de Guevara, cuando indica que ese evento “puede tomarse como punto de partida al cambio que se inició en 1998 en Venezuela.” Quizás, Guevara escuchó una conversación que sostuve con el periodista Daniel Lara Farías en el año 20201; sea o no el caso, considero necesario ofrecer mi perspectiva, fundamentada en mi experiencia como testigo presencial de los hechos, y reforzada con años de investigación.

La génesis “del cambio que se inició en 1998 en Venezuela”, se remonta a hace casi un siglo. En 1933, el Gral. López Contreras, Ministro de Guerra y Marina, advirtió (en circular No. 383) sobre la penetración comunista en las Fuerzas Armadas venezolanas (FF.AA.NN.). El Partido Comunista de Venezuela (liderado por los hermanos Machado y Miguel Otero Silva, entre otros) tenía como estrategia entonces, infiltrar la Institución Militar. No obstante, el patriotismo de los militares venezolanos y la determinación de los presidentes Rómulo Betancourt y Raúl Leoni, de garantizar los recursos y capacitación necesarios (incluyendo entrenamiento por parte de las Fuerzas Armadas Estadounidenses), hicieron posible que la Institución Militar venezolana saliese victoriosa en la guerra irregular contra la guerrilla marxista (1961-1986)2.

En la Venezuela “democrática”, la corrupción del establecimiento político-empresarial y de algunos mandos militares, aunado a la inercia ciudadana, facilitaron el avance de los partidos en su búsqueda de secuestrar el Estado. Considero que el factor preponderante que contribuyó al cambio político iniciado en 1998, abarca la incapacidad de los dirigentes políticos para solucionar los problemas básicos de los venezolanos, y errores políticos trascendentales, que aumentaron progresivamente el descontento social, durante los primeros veinticinco años de “democracia”. El pueblo buscó cambios sustantivos a sus demandas sociales, pero los partidos respondieron con populismo y sectarismo.

La corrupción y el sectarismo permearon y corrompieron todas las instituciones, incluyendo la Institución Militar, en la cual generó movimientos pendulares: en un extremo, los valores éticos y profesionales del militar; en el otro extremo, el clientelismo y la partidización de los cuadros de mando.

En 1983, cuatro años antes de la incursión de la Caldas, la conspiración en el Ejército venezolano ya estaba en marcha. Según el informe oficial presentado por el ex Director de la DISIP, Gral. Div. (Ej.) Heinz Azpúrua (f), la conspiración se inició en la Academia Militar. Oficiales en el grado de Teniente Coronel se reunían con civiles proclives a la conspiración en el Círculo Militar, en unidades del Ejército en Fuerte Tiuna e incluso en las aulas del Instituto de Defensa Nacional. Heinz Azpúrua me entregó en 1994, el informe con los nombres de los conspiradores y sus objetivos militares y políticos.


La Crisis de la Corbeta ARC FM-52 Caldas

La incursión de la Caldas en aguas territoriales venezolanas (9 agosto de 1987), como todo evento ante una potencial confrontación bélica entre dos países, dejó su impronta en la Institución Militar e impactó las políticas de defensa del Estado venezolano. La crisis escaló rápidamente y en cuestión de una semana, el presidente Lusinchi había declarado el estado de guerra contra Colombia. El conflicto bélico se evitó gracias a la oportuna intervención del Secretario General de la OEA, Sr. Joao Baena Soares y del presidente de la República de Argentina, Sr. Raúl Alfonsín (f).

Durante los gobiernos de Rómulo Betancourt y Raúl Leoni, el Estado venezolano se vió en la necesidad de desarrollar una política de Seguridad de Estado, por lo que se asignaban los recursos necesarios para que la Institución Militar cumpliese con sus obligaciones. Dos décadas más tarde, con la crisis de la Caldas, se evidenció la ausencia de una política de Seguridad de Estado. Los militares reconocimos entonces, la determinación del presidente Lusinchi para defender el territorio nacional; Sin embargo, no puedo decir que a los militares venezolanos nos embargó la euforia. Por el contrario, comprendimos la gran vulnerabilidad que tendrían las FF.AA.NN. en una acción bélica: 1. Falló la inteligencia estratégica de las Fuerzas de Seguridad del Estado; 2. No hubo articulación de las fuerzas; 3. Los mandos militares no estaban preparados ni integrados para el Comando y Control de la escalada bélica. La penetración partidista posicionó a militares afiliados a partidos políticos en algunos escalones de mando, impidiendo que se escogiesen los profesionales más capaces para esos cargos; 4. Existían innumerables deficiencias de equipamiento/alistamiento; 5. Existían deficiencias en sistemas de Comando y Control (sectorial y total); 6. No existían las capacidades logísticas para un esfuerzo bélico.

El 9 de agosto de 1987, los venezolanos detectamos fortuitamente la incursión de la corbeta Caldas durante un patrullaje rutinario de la patrullera misilística ARV Libertad PC-14, que captó por radio (canal 16 VHF) la comunicación entre pescadores venezolanos y el comandante de la corbeta colombiana, el Capitán de Fragata García Torres. El Capitán de Corbeta venezolano, Alfredo Castañeda Giral reorientó el curso dirigiéndose al área donde se encontraban los pescadores y la Caldas. Una vez conocida la incursión y pasada la información, las FF.AA.NN. asumieron alerta máxima.

El puesto de Comando y Control de la flota venezolana se estableció en la base naval Juan Crisóstomo Falcón (BANFA). En veinticuatro horas, el 90% de la Escuadra y la Infantería de Marina iniciaron su despliegue operacional. La Armada venezolana contaba con: 6 fragatas, 6 patrulleras, 5 transportes anfibios, aviación naval (6 aviones Tracker, 16 helicópteros AB212-A/S) y 4 batallones de Infantería de Marina equipados y embarcados en unidades de transporte de desembarco anfibio. Recuerdo que cuando la PC-14 informó sobre la incursión, yo me encontraba en la Comandancia de la Armada, haciendo inteligencia de comunicaciones de dos fragatas italianas atracadas en la Guaira, que tenían prohibición de utilizar ciertas frecuencias del sistema de comunicaciones nacionales.


El 12 de agosto, el Estado venezolano trató de disuadir la agresión por parte del Estado colombiano con sobrevuelo de aviones F-16 a la corbeta Caldas. La superioridad aérea y naval de Venezuela frente a las de Colombia, siempre había sido un factor disuasivo. Sin embargo, la negativa del Estado colombiano de retirar su unidad naval de las aguas territoriales venezolanas, propició que el 17 de agosto, el presidente Lusinchi tomara la decisión de avanzar la escalada de conflicto. Esa misma noche fue convocada una reunión de Almirantes, en la cual se comunicó la decisión de pasar a la ofensiva bélica. Yo era el Director de Comunicaciones del Comando de Control de la Armada y estuve presente en la reunión como Secretario del Consejo de Almirantes.

Nuestra avanzada naval comenzó en la madrugada del 18 de agosto, acción que forzó el retiro de la corbeta ARC FM-54 Independiente, al mando del Capitán de Fragata Romero Vásquez. La corbeta Independiente había reemplazado a la Caldas, el 15 de agosto. El submarino ARC Tayrona SO-29 se mantuvo al norte de la Guajira en las proximidades de Punta Gallinas. No ingresó en el área operacional de conflicto. La batimetría de las aguas del golfo, limita las operaciones submarinas en inmersión.

Venezuela no bajó el alistamiento operacional previendo cualquier otra agresión militar del Estado colombiano. Paralelamente, se procedió a la evaluación total de lo acontecido y el presidente Lusinchi aprobó el Plan Global de Adquisiciones para equipar y modernizar las FF.AA.NN.

La crisis de la Caldas, también puso de manifiesto el progresivo deterioro de la relación político-militar en Venezuela. Deterioro que se inició en 1972 con la llamada “Política de Pacificación” del presidente Caldera (f), cuando guerrilleros marxistas, responsables por el asesinato de ciudadanos, policías y militares, fueron integrados, con total impunidad, en la sociedad venezolana. El Estado financió las carreras políticas y actividades comerciales de muchos de ellos, ante la indignación del noventa por ciento de los profesionales de las FF.AA.NN. que combatimos a los marxistas-fidelistas. La “Pacificación” de Caldera I sentó un precedente de desconfianza, de los militares hacia el Comandante en Jefe. Abrió una grieta que, veinte años después, implosionó a la Institución Militar cuando Caldera II, al sobreseera los cabecillas de la rebelión militar de 1992, irrespetó a los militares institucionales que permanecimos leales a la Constitución.


La Noche de los Tanques:

El 26 de octubre de 1988, se produjo una movilización militar con el objetivo de descabezar al Ejército y así permitir que las promociones de los conspiradores de 1983 (Peñaloza, Ochoa Antich, Santelíz Ruíz (f), Santiago Ramírez, entre muchos otros) llegaran a elevados cargos de comando. Asimismo, sirvió como ensayo para medir la capacidad de respuesta del establecimiento político nacional y del pueblo venezolano, ante una rebelión militar.

El batallón de Blindados 312 GCM G/B Juan Pablo Ayala, desplazó una compañía (12 tanques Dragón y 45 infantes) al mando del Mayor (EJ.) Juan Domingo Soler Zambrano. La mitad de la compañía se dirigió a Carmelitas y la otra mitad a la Viñeta. Soler y los infantes bajo su mando irrumpieron intempestivamente en el despacho del presidente (e) Simón Alberto Consalvi, haciendo armas contra él. Consalvi estaba acompañado por el Edecán de servicio, Mayor (GN.) Leal Barráez. Soler Zambrano, 2do Comandante del Ayala, dijo estar allí para evitar un asalto militar. Barráez llamó de inmediato al Ministro de Defensa Gral. Div. (Ej.) Ítalo del Valle Alliegro para que Consalvi pudiese informarle sobre lo que ocurría. Alliegro ordenó a Soler replegarse al Fuerte Tiuna y esperar instrucciones. Leal Barráez me informó personalmente sobre lo ocurrido en Carmelitas, en conversación que sostuvimos en 1990. El Dr. Consalvi confirmó todo lo anteriormente expuesto, en entrevista privada que sostuvimos en su residencia, en 1996.

Una movilización como la del Batallón Ayala requiere un orden operacional y reglas de enganche (rules of engagement). Debe ser del conocimiento del Presidente de la República, del Alto Mando Militar, y debe alertarse a miembros de SECONASEDE y otros cuerpos de inteligencia del Estado. Nada de eso ocurrió en octubre de 1988. La investigación pasó a manos del Director de la DIM, el VA Germán Rodríguez Citraro (emparentado políticamente con Consalvi). El Mayor Soler Zambrano se justificó, alegando que obedeció órdenes superiores del Gral. Div. (Ej.) Juan José Bastardo Velásquez. Soler fue dado de baja y el caso se cerró. En el 2000, Chávez le asignó al Mayor (R) Soler Zambrano un cargo en PDVSA, como Superintendente de Prevención de Pérdidas del Distrito Barinas.

En febrero de 1989, el presidente Carlos Andrés Pérez (f) le exigió al Ministro de Defensa Gral. Div. (Ej.) Alliegro, investigar la movilización del batallón Ayala, ocurrida meses antes. El presidente Pérez confirmó años después, en entrevista con Marcel Granier,que Alliegro no llevó a cabo la investigación que se le había ordenado.

En julio de 1991, siendo yo titular del cargo de Jefe de la Casa Militar, sostuve con el presidente Pérez una larga conversación sobre aspectos militares y mi experiencia en la Armada. En esa oportunidad, le recomendé que se realizara una investigación densa y profunda en las FF.AA.NN., para establecer la vinculación entre actores civiles y militares involucrados y/o señalados en: el caso Caldas (1987), la Noche de los Tanques (1988) y el Caracazo (1989). El presidente Pérez me respondió lacónicamente, diciendo que tomaría en cuenta mi recomendación. Considero un grave error político de los gobiernos de Lusinchi y CAP II, el no haber llevado a término esas investigaciones.


La Conjura civil-militar: El Caracazo y Cuartelazo de Chávez

El 27 de febrero de 1989, CAP II tuvo que hacerle frente al Caracazo, activando el Plan Ávila (Ccs.), Plan Soberanía (interior del país) y suspendiendo las garantías. El Plan Ávila/Soberanía se empleaba a pedido de autoridades civiles, para apoyarlas cuando se encontraban superadas en el control de la seguridad pública. En 1989, existían al menos 14 planes de contingencia en las FF.AA.NN. La actualización y vigencia de estos planes dependía exclusivamente del Ministerio de Defensa; Sin embargo, El Plan Ávila/Soberanía, tenía al menos 6 años desactualizado. La nomenclatura de Caracas y puntos estratégicos de control no estaban actualizados en el plan, por lo que los soldados se encontraron desubicados en una realidad terrestre diferente. Adicionalmente, la Guardia Nacional no estaba equipada para el control y la seguridad pública. Ante el desborde de la violencia civil provocada (no orgánica), se hizo necesario llevar a Caracas cuatro batallones de cazadores para reforzar el control de la ciudad. Esos batallones eran parte de las unidades terrestres (Ejército, Guardia Nacional e Infantería de Marina) entrenadas para combate antiguerrillero y defensa fronteriza; no para seguridad pública. El sistema de Comando y Control no funcionó. El Sistema Logístico y de aprovisionamiento de las tropas desplegadas, no funcionó.

Las deficiencias en la ejecución del Plan Ávila/Soberanía se establecieron en una evaluación de los hechos ocurridos en el Caracazo, estudio que fue conducido bajo mi dirección, por la Dirección de Operaciones del Estado Mayor Naval, en 1989. El Caracazo dejó en evidencia, la ignorancia del concepto político de Seguridad de Estado, en los más altos niveles del gobierno nacional.

El Caracazo comprometió la estabilidad del gobierno de CAP II, tanto así que el presidente Pérez convocó un Consejo Consultivo y paralizó el plan de reformas5. Paralelamente, los conspiradores de 1983 utilizaron los sucesos del Caracazo y el impacto negativo que tuvieron en la relación civil-militar, para justificar la rebelión militar que finalmente ejecutaron en febrero de 1992. Los conspiradores prometieron a los militares que jamás volverían a ser utilizados como brazo represivo contra la población civil.

Es importante recordar que el recalentamiento dentro de la Institución Militar venía en crescendo desde 1972. Los conspiradores supieron enturbiar las aguas y alimentaron el descontento para incitar la rebeldía de los militares. En 1980, la hipótesis de Caraballeda, acuerdo sobre la delimitación marítima entre Colombia y Venezuela (Herrera Campins y Turbay Ayala), causó un gran malestar dentro de las FF.AA.NN. En la década de los ochenta, y en adelante, se hizo común la utilización de cuadros bajos del Ejército y Guardia Nacional como obreros de las élites políticas, empresariales y militares. Ese descontento fue exacerbado por la inacción del Estado venezolano para proteger la integridad física de los militares en tarea de defensa fronteriza, y para salvaguardar la soberanía nacional. En 1987, durante la crisis de la Caldas, el gran daño ocasionado por la partidización progresiva de la Institución Militar, se hizo evidente con las fallas en alistamiento y capacidad de respuesta frente a la agresión colombiana.

La ruptura en el liderazgo natural y el descalabro de la estructura de las FF.AA.NN., producto de la partidización de la institución Militar, es a lo que me refiero cuando he dicho que el Caracazo y el Cuartelazo de Chávez, son coletazos de la crisis de la Caldas.

Chávez y los rebeldes del Ejército fracasaron en 1992, porque el noventa y cinco por ciento de las FF.AA.NN. permaneció leal a la Constitución de Venezuela. Una vez más, y a pesar del descontento de los militares, la Institución Militar demostraba la resiliencia que durante más de medio siglo -- desde que López Contreras alertó sobre la penetración comunista -- le había permitido defender la nación y proteger la estabilidad de las instituciones democráticas. Chávez llegó al poder como consecuencia de un imperdonable error político de Caldera II, quien no sólo habilitó a los cabecillas rebeldes para ocupar cargos públicos, sino que además hirió de muerte a la Institución Militar.

En conclusión, la crisis de la corbeta Caldas no cambió a los venezolanos, nuestros males datan desde mucho antes. En la historia contemporánea de Venezuela, quizás la ausencia de patriotismo haya sido un factor determinante en nuestra tragedia. Las ambiciones personales de nuestros gobernantes se sobrepusieron siempre al bienestar común de los venezolanos. Algunos mandos militares se convirtieron en factores partidistas para mantener su poder y bienestar. El tráfico de influencias suplantó la meritocracia, no solo en la Institución Militar sino en todas las instituciones del país. La actitud clientelar de los venezolanos permitió la impunidad de las mafias de poder, y la inercia de los ciudadanos le permitió a los partidos, secuestrar el Estado.


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Entrevista de Daniel Lara Farías al Vicealmirante Mario Ivan Carratú Molina: El Caracazo Empezó En El Golfo (feb 2020): https://www.youtube.com/watch?v=t-_L_jG-WZg

El escritor y periodista colombiano, Gabriel García Márquez fue operador político de Fidel Castro en América Latina. Él trabajó en la penetración y consolidación de la izquierda radical en la región.

26 de Marzo, 1994: CalderaII sobreseyó a los cabecillas rebeldes que lideraron el intento de golpe (3-4 feb, 1992) contra el gobierno, democráticamente electo, del presidente Carlos Andrés Pérez (CAPII).

Entrevista de Marcel Granier al ex presidente Carlos Andrés Pérez, 1998: https://m.youtube.com/watch?v=ygOtYrbfNdc

Entrevista de Marcel Granier al ex presidente Carlos Andrés Pérez, 1998:https://m.youtube.com/watch?v=ygOtYrbfNdc

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